Mi mamá nos cuenta que un día su papá (mi abuelo) se la llevó a ella (de 10 años) y a su mamá (mi abuela) de la casa que tenían con el resto de sus hermanos (mis tíos) y se fueron a vivir a un terreno que habían comprado. Solo ellos tres.
En ese terreno no había nada, literalmente. Ni servicios, ni calle ni nada, era un terreno baldío. Muchas familias llegaron ahí, para cuidar el terreno de los paracaidistas. Y les tocó buscar unas ramas, armar una tienda de campaña con cartones, bolsas de basura y tierra. Entonces se metieron para dormir: sería su nueva casa.
No tenían prácticamente nada, pero mi abuelo era zapatero y poco a poco fueron adquiriendo cosas. Primero lo básico: comida, mejores materiales para las paredes, algo de ropa, etc. Eventualmente se permitieron su primera posesión superflua: una radio de pilas. Pasaban las tardes y noches escuchando los programas y radionovelas de la época.
Años después, ya con una casa construida (y una zona ya civilizada, eventualmente se construyeron más casas y el gobierno los aprovisionó con los servicios) mi mamá terminó sus estudios de enfermería. Conoció a mi papá, se casaron y se fueron a vivir en un cuarto junto a la casa de mis abuelos paternos. Mi mamá me cuenta que, el primer día de vida de matrimonio, lo primero que hizo fue comprar una radio (de pilas, sí, pero ya tenían electricidad también).
Un día yo tenía 4 años y estaba jugando en el patio. Mi mamá terminó de lavar la ropa y me llamó para que entrara a la cocina. Me pidió que me sentara en la mesa y me enseñó lo que había comprado un día antes, cuando regresaba de trabajar: un libro llamado “Mi libro mágico”. Me informó que era tiempo de que aprendiera a leer y escribir.
A partir de ese momento y hasta que nos mudamos a la casa definitiva (que sucedió cuando yo entré a 4° de primaria) todos los días los pasé en esa cocina, de 9 metros cuadrados, haciendo tarea, estudiando y cosas de la escuela. En esa cocina y en esa mesa aprendí a agarrar el lápiz, los sonidos de las letras, combinar las sílabas para formar palabras, las tablas de multiplicar, y todo lo demás. Eso sí, siempre con la radio puesta, sin falta. Esa radio era la campeona de la casa: todo el día prendida, con grasa de la comida, polvo, agua y todo eso. Nunca se descompuso.
Hasta el día de hoy, esa misma radio sigue en la cocina de mis papás, y la siguen usando. Ya está muy traqueteada, parece una sonaja (mis hermanos y yo le metimos monedas como alcancía) pero funciona. Es de esas radios que tiene también para grabar en un cassette, cuando se le presiona el botón rojo. Un día, cuando yo tenía 10 años, le pedí a mi mamá la radio para grabar un “programa” con mis hermanos… mi primer podcast. Grabamos todo un cassette, con comerciales, entrevistas , canciones y todo.
Hoy en día en mi departamento tengo Spotify, un sistema de sonido de alta calidad Bosé y todo es digital. Pero cuando es momento de trabajar, todavía pongo la radio. Que suene así con interferencia, comerciales, noticias, el tráfico, clima, y todo. Así, el ruido del radio, me hace sentir en casa.